En memoria del Embajador Igor Velázquez Rodríguez (1933-2005)
Apuntes para la intervención del Embajador Oscar Maúrtua de Romaña, ex canciller de la República, con ocasión de la ceremonia conmemorativa del primer Decenio del fallecimiento del Embajador Igor Velázquez Rodríguez (1933-2005)
En el mundo actual, en el que prevalece el consumismo, los particularismos y el egocentrismo, el legado del Embajador Igor Velázquez Rodríguez constituye un oasis de generosidad, de desprendimiento desinteresado, algo profundamente vital para el espíritu del Perú, en general, y del Servicio Diplomático en particular.
Fue muy valorada su inteligencia y su análisis fino del devenir de la política internacional, así como su capacidad para intuir la evolución de las más complejas situaciones políticas y económicas que enfrenta usualmente la política exterior del Perú. Bákula y García Bedoya, entre otros, lo consideraban un analista y diplomático perspicaz, pleno de agudeza así como de sutileza y visión penetrante.
La vinculación de Velázquez Rodríguez con el Servicio Diplomático de la República se inició en 1952 cuando se le contrató, tras haber estudiado dos años de medicina en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, la misma que había sido clausurada por razones políticas, con solo 19 años, como empleado administrativo del Consulado del Perú en Houston.
A lo largo de más de cuatro décadas de destacada labor desempeñó cargos importantes como Encargado de Negocios a.i. del Perú en Estados Unidos, y en Chile. Precisamente en Washington, destacó cuando siendo un joven funcionario quedó al frente de la embajada del Perú y evitó que el gobierno norteamericano le aplicase al nuestro, enmiendas como la Hickenlooper, Pelly, Comte y la PL480 por las expropiaciones realizadas en la década de los setentas así como el apreciamiento de atuneros californianos que violaban nuestra soberanía sobre las 200 millas.
Por otro lado, representó a nuestro país como Embajador en Hungría, Polonia, Checoslovaquia y Austria, así como ante los Organismos Internacionales con sede en Viena. A lo largo de tan dedicada carrera construyó un itinerario vital, profesional, intelectual y afectivo, pero sobre todo una acumulación de valores, virtudes, enseñanzas y devociones hacia su institución.
La Alma Mater de la diplomacia en el Perú hasta fines del año 2003, funcionaba en locales que eran alquilados sin contar con una edificación propia que brindara las facilidades y comodidades que requieren los futuros representantes y plenipotenciarios del quehacer nacional y política exterior.
Fue entonces que, el Embajador Igor Velázquez Rodríguez, hizo realidad un viejo anhelo, donando un inmueble a la Academia Diplomática. Este deseo, que es un reflejo de su nobleza, se hizo realidad el 24 de marzo de 2004. Recuerdo, que cuando se negociaba el contrato de compra-venta, Igor con emoción me dijo: “Qué representa el monto que exige los vendedores para todo lo que me ha dado el Perú y el Servicio Diplomático”.
El Canciller Manuel Rodríguez Cuadros, en aquella oportunidad le manifiesto al Embajador Igor Velásquez Rodríguez, su beneplácito por la generosa donación, a la vez que expresó también a nombre de la Cancillería Peruana el reconocimiento por su alto espíritu de colaboración de algo que siempre fue un anhelo para el desarrollo de las actividades de manera compatible con las elevadas responsabilidades que le confiere la Ley a la carrera diplomática y contar con una sede permanente y apropiada a la altura que requerían para cumplir con su trascendental misión institucional y educativa.
Como consecuencia, hubo el pronunciamiento unánime de las Asociaciones de Funcionarios Diplomáticos en Actividad (AFDA), de retiro (AFDR) y de la Asociación de Funcionarios del Servicio Diplomático del Perú (AFSDP), quienes consideraron un justo reconocimiento que la Academia Diplomática lleve el nombre de su generoso benefactor. Efectivamente así ocurrió mediante la dación de la Resolución del 04 de julio de 2004 en donde se determina nombrar a la Academia Diplomática del Perú con el nombre del Embajador Igor Velásquez Rodríguez.
Los aspirantes, los futuros diplomáticos, los peruanos que deberán continuar la senda abierta por los grandes internacionalistas de nuestra patria, tienen ahora un espacio adecuado para el estudio y la investigación; y donde además pueden imbuirse con el espíritu de servicio que le corresponde a la diplomacia peruana.
Por eso, el gesto del Embajador Igor Velázquez es no solamente una generosidad profundamente subjetiva de su parte, sino una expresión de la fortaleza institucional de Torre Tagle y del Servicio Diplomático Peruano, en particular un claro mensaje que deberá continuar legándose de generación en generación.
Esta expresión de fortaleza institucional tiene que ver definitivamente con el sentimiento de identificación. De la misma manera que la pertenencia a la Patria genera cohesión nacional y, por ende social, la asociación con las instituciones promueven adhesión institucional. Por eso, sin lugar a dudas, su generosidad es también un factor de desarrollo y de enriquecimiento de la unificante alma institucional del Servicio Diplomático de la República.
Estoy persuadido, que estas breves consideraciones, en el marco del primer decenio de su fallecimiento, nos motiven a reflexionar sobre el mayor engrandecimiento de la memoria de Igor Velázquez, quien con sencillez y con eficacia supo cumplir el precepto aristotélico de que “de todas las variedades de virtud, la generosidad es la más estimada”. Martes 2 de febrero de 2015 – Academia Diplomática del Perú
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