Juan Kawashima, el que tradujo el arte wari en su pintura
Falleció en Francia, luego de 30 años de notable labor artística
Ha fallecido en Francia, el pasado viernes 07 de diciembre en su casa taller de la ciudad de Drone, en el Valle de Rhone, el notable pintor peruano, huancaíno de nacimiento, Juan de Dios Kawashima Montalvo, a la edad de 80 años, el más celebrado pintor peruano por haber traducido exitosamente una abstracción pictórica similar a la que practicaron en sus tejidos los artistas wari, según lo definió en los años 80 el maestro Pablo Macera.
Su partida a la eternidad se produjo en su hogar asistido de su esposa, la ciudadana francesa Valérie Pas, una peruanófila cultora de la canción criolla peruana y latinoamericana, con quien desarrolló a lo largo de sus 30 años de residencia europea, singulares giras artísticas al exponer sus pinturas, a la vez que su esposa ofrecía conciertos musicales de autores peruanos y latinoamericanos, gesta que los convirtió en personajes apreciados y reconocidos.
Kawashima solía repasar en vida, con justificado orgullo las palabras críticas de Macera sobre su obra pictórica, en una crónica publicada en la revista •Caretas” de Lima, en la que resaltó que “La geometría Wari o la geometría de Kawashima deja transparentes las figuras de los dioses que abstraemos”.
Sus raíces
La elección de los motivos Wari en su pintura no fue una decisión exprofesa, sino más bien un brote natural o espontáneo, de los cuáles se sentía poseído o raptado al momento de cuadrarse ante el lienzo, más o menos como había ocurrido con los pintores peruanos con los que se sentía emparentado y que forman parte de la historia de la pintura peruana.
Entre estos, solía mencionar en primer lugar a Alejandro Gonzales “Apurímak”, al que le unió una entrañable amistad y consideraba su maestro por haberlo guiado en sus primeros pininos en Escuela de Bellas Arte de Huancayo, y asimismo Julia Codesido, José Sabogal, Óscar Allaín y Jorge Vinatea Reynoso, entre otros.
Kawashima hizo sus primeras muestras pictóricas en Lima, donde se estableció en la segunda década del 70, tras arribar de Huancayo decidido a mostrar su talento artístico y hacerse de una impronta personal.
Golpes de suerte
En verdad tuvo un golpe de suerte que lo catapultó en el exigente mundo limeño del arte, al obtener el segundo puesto en el concurso de pintura “La madre y la niñez”, convocado por el Museo de Arte de Lima y en el que el primer puesto fue para Martha Vértiz.
Los años 70 y 80 fueron pródigos para Juan Kawashima, pues cultivó la amistad de notables cultores del arte, la literatura, el periodismo, como Tilsa Tsuchuya, José Watanabe y Venancio Shinki (fallecidos), César Lévano, Luis Lumbreras, Ricardo Higa, los hermanos Enrique y Alejandro Tamashiro (ya fallecido), entre otros.
Los Tamashiro, en esos años, queridos y respetados promotores culturales, conducían el restaurante- peña “Cueva Polémica”, un obligado lugar de encuentro de pintores, poetas y periodistas, en el jirón Apurimac, donde Kawashima hizo su primera exposición pictórica en 1978.
Juanito tuvo un segundo golpe de suerte, unos empresarios franceses cultos que visitaron una exposición suya en la galería limeña de la Asociación Cultura Peruano-Japonesa, con la que tenía una estrecha relación por su condición de nisei, lo invitaron, más aún lo llevaron en 1988 a exponer sus pinturas en Lyon (Francia).
En la Ciudad Luz
Sus anfitriones franceses, quedaron impresionados por los personajes de sus pinturas: seres mitológicos, labradores, danzantes, músicos, caballos de paso, felinos, serpientes, cóndores, rescatados por Kawashima de los legados Wari, Nazca, Chavín, Mochica, Paracas e Inca, entre otros.
Lyon marcó el comienzo de una renovada carrera artística, desde donde sus pinturas partieron para ser expuestas en Moscú, Londres, Tokyo, Los Ángeles, San José de Costa Rica, Puerto Príncipe, y más de las veces, como solía resaltarlo en vida, viajaron sin él, porque fueron adquiridas por importantes colecciones privadas.
LLamado al Presidente
Kawashima, en los últimos meses, sabedor de su inminente final, pidió a su esposa Valérie Pas y a sus amigos peruanos más cercanos, gestionar ante el presidente Martín Vizcarra y la ministra de Cultura, Patricia Balbuena, que recientemente renunció y sigue sin reemplazo, el traslado al Perú de sus pinturas murales, que nunca quiso venderlas, para que formen parte del patrimonio artístico nacional. En Lima, sus hermanos: Alberto, Sofía, Rosa, Hugo, Hilda y Ana, expresaron su pleno apoyo a su decisión póstuma. Víctor Alvarado/ La Razón
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